domingo, 26 de mayo de 2013
Mirando al mar.
La bahía de Santander.
Estoy pisando el puntal de Somo,
arena y agua, agua y arena,
hundiendo mis pies en su bellísimo espolón,
saludado por gaviotas argénteas
que se dirigen veloces
hacia la línea azul y verde
que dibuja el contorno de la bahía.
Rompe el indiano el horizonte,
deshaciendo la altura desde Peña Cabarga
para frustración de poetas y jándalos.
El verde de Pedreña consuela mi espíritu
hasta la Horadada donde el aire silba
y, en su furia intermitente,
hunde a veces barcos y esperanzas
desde su isla hasta los astilleros.
Allí, en el puntal, estoy descalzo
y me arrodillo en la arena
blanca y beis, beis y blanca,
inmerso en el recuerdo
y anonadado ante la belleza del presente,
como homenaje a la ciudad de mis sueños
que se ve en la distancia rodeada
de barcos, palmeras y tamarindos.
Te recuerdo entrando en el agua,
valiente, salpicada de gotas de mar,
mirándome de soslayo,
enardeciéndome con tu sonrisa clara
y tu cuerpo húmedo y armonioso..
No hay tiempo para recorrer La Magdalena,
subir al faro o seguir
el sendero de piedra de la costa
para observar las rompientes desde su altura.
El día es azul y manda el sol en el Sardinero,
playas de cuidada hechura, donde dejamos olvidados
nuestros mejores años.
Desde el médano, hundidos mis pies en el agua,
repaso nuestros instantes,
nuestros encuentros, nuestro amor permanente,
los paseos oliendo a yerba recién segada,
las rabas con vino blanco en Marucho,
las misas en los capuchinos,
los chipirones encebollados en el barrio pesquero,
los cafés con los amigos,
los conciertos de Narciso Yepes
en el claustro de la catedral,
nuestros paseos hasta la ciudad,
nuestra meditación
sentados en un banco con Gerardo Diego,
frente a su “clásica y romántica bahía”.
Nos sentimos unidos una vez más
llorando con Carreras en la Plaza Porticada,
alucinados ante la maestría de los jóvenes pianistas
en el concurso de Paloma O’shea,
enamorados siempre de la brisa húmeda del mar,
brisa salvadora, brisa nunca olvidada.
Allí tuvieron nuestros hijos su primera adolescencia,
salvados por la música, por los tamarindos,
absortos ante la biblioteca de Menéndez Pidal,
que a su misma edad había comenzado a construir
un rascacielos de la inteligencia.
No sé si mirarte con mis ojos de ahora
o con los de antaño,
te veo tan bella, tan inmutable, tan azul,
que debo ser yo el cambiado, el distinto,
porque tú permaneces,
siempre fiel a tu espacio, a tu agua, a tu arena.
jueves, 16 de mayo de 2013
A la patria vasca.
Tienes en tu
historia antigua,
en la base
de tu tierra fecunda,
una firme y
suave fortaleza.
Se puede
ver muy lejos en el fondo,
un leve
temblor de praderas de hierba
mecidas por
el viento y la lluvia.
Entre los
robles y los hayedos
y las
piedras de tu caserío,
yo te
reconozco, madre vasca.
Palomas,
palomas blancas y grises,
en
ingrávido vuelo, tus cabellos.
A veces el
mar se encrespa y rompe
en tu
frente, como en Guetaria,
o muere
vencido,
entregado,
en tus sienes,
blancas
como las arenas del norte.
Aurtxo,
escóndete en la hierba,
refugio de
senos maternales,
olor a
tierra húmeda,
y cuando a
brazadas caiga la hierba
en el pecho
de tu madre.
mama su néctar
para el encuentro vital
con tus ancestros.
Valles, ríos, colinas,
praderas,
arrebatada inocencia
del entorno,
lienzo de paraísos
escondidos
en la quietud divina,
sólo aquí, en tu
sustancia vasca
en tu raíz de roble
se produce el encuentro
de tu fértil vigor y tu
cálida esencia.
Mi alma baja de noche
por el cauce del Bidasoa
a diluirse en el mar,
trazando rutas viajeras,
señalando caminos,
y regresa, rompiendo el
alba,
en un forcejeo de
rupturas,
para recuperar el sabor
de tus playas,
el sonido de tu música
viva,
el olor de tus
praderas.
Quiero vivir contigo y
en ti,
si tengo que segar,
siego,
si he de cantar, canto,
si necesitas mi trabajo
en tu tierra
calzo unas albarcas y
unzo las yuntas,
si debo escuchar, oigo el
crujido de tus robles,
y si acabar, siempre en
tus montes,
amando hasta el último
caserío,
empapado de tu
naturaleza.
viernes, 3 de mayo de 2013
Plegaria de vísperas.
.
Es ya muy tarde, casi anocheciendo,
tengo prisa, necesito tu ayuda,
en este atardecer de angustia y duda,
está mi hora final oscureciendo.
.
Se está apagando mi luz, no queriendo,
el alma me abandona y se desnuda,
tiene temor, y vive en plena duda,
y entrega lo que tiene, no teniendo.
.
A ti te cedo todo lo vivido,
tú que conoces mi gran aventura,
y, si tu amor sin límite me alcanza,
.
júzgame sólo por lo que yo he sido,
olvida mis accesos de locura
y fusiona tu amor con mi esperanza.
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