jueves, 24 de mayo de 2012

Nuevo nacimiento.

Nuevo nacimiento - Georges de la Tour.



Amigos, compañeros: os informo, con toda alegría, que mi hija María Assunta ha tenido un hijo guapo y sano, que se llamará Nicolás. Todo nuevo nacimiento es un milagro de la naturaleza y debemos compartirlo con todos los seres humanos. En un antiguo poema escribí estos versos, aplicables ahora a mi querido nieto Nicolás:

Quiero saber el color que tendrán tus ojos,
contar tus dedos, acariciar tu cara,
besar cada milímetro de tu cuerpo
y sentirte entre mis brazos,
transmitiéndome tu aroma y tu calor,
para sentir tu vida y darme cuenta
de que nuestro amor será para siempre
la razón más importante de mi existencia.

jueves, 17 de mayo de 2012

Diez poemas sobre el amor incierto.


                  I


Honduras del amor incierto.

De repente, un temblor abisal
agita la esencia de los amores ciertos
y surge a través de las grietas
que separan, irregulares, las piezas del ser,
en un desgarro de actitudes y vanidades.

Es la hondura del amor incierto, que nace
del calor interior de los sentidos, identifica los signos,
y recupera la identidad del hombre con el hombre.

La emoción del encuentro es una danza alegre
inicialmente sincopada
de nuevas realidades abiertas,
virtud exacta del delirio,
invasión de aromas nuevos,
pulsación de una vida renacida.

Las puertas se abren en silencio
y el interior descubre identidades,
quiebra los misterios, recupera la luz,
normaliza vivencias y criterios,
y recibe la paz oculta, cegada por los dogmas,
ahora deslumbrante por su lógica naturaleza.

La expresión del nuevo amor,
al percibirse con toda claridad,
ha roto las fronteras sociales
desdibujando las dogmáticas líneas rojas,
abriendo fisuras de increíble placer
nunca sospechado, siempre intuido y soñado
desde la hondura del amor incierto.

Ahora no hay distancias, hay cercanías,
libertad personal de expresión ilimitada,
honestidad con uno mismo y respeto,
en un cálido y profundo transvase de esencias,
de la naturaleza rescatada y otrora
abisal temblor de nuestra esencia.


                    II


Apología de la accesión.

Inabordable rotura de esquemas
desde dentro del ser,
desbordamiento de convicciones
antes sólidas, ahora etéreas,
sumisamente aceptado,
hondamente asumido,
desde el hondo, abisal, loco anhelo
de vivir la nueva naturaleza del amor.

La realidad ha roto el paño de la cerradura,
y la accesión al amor incierto
abre el arcano de los años precisos,
derrama las nuevas sensaciones, rompiendo certezas,
y deifica al Ser Superior, ahora hallado,
suplicando la entrada a su reino en una entrega total.

Dejarse llevar, esa es la respuesta,
acceder sin defensas, con personal entrega,
inundarse del nuevo aroma con humildad,
aceptando sus tiempos y sus normas,
entregando la voluntad, la íntegra donación,
viviendo la disciplina y la amada obediencia
ante su poder absoluto.

Si a veces el nervio se yergue
y la noche oscura apaga la voluntad de acceder,
desbórdese la capacidad de entrega,
rómpanse los viejos esquemas
y predomine el desasimiento, la dulce entrega,
la aceptación de los tiempos y los márgenes
en ilimitada donación de mente y materia.

Ya no hay vuelo de pájaros, ni nubes negras,
ni tormentas de ruido y cercanía,
sólo la quietud del anonadamiento,
el silencio, el desmayo íntimo profundo
ante lo inmensamente superior,
en una quiebra total de los conceptos
otrora indestructibles y absolutos.


                    III


La dispersión de los sentidos.



Sobre la piel, dibujada por los años,
estremecida al fin por la hondura del amor incierto,
rotos los esquemas precisos,
olvidados el temor y los recelos,
se desbordan los sentidos
en una tormenta de ternuras y afectos.

Todo es dependencia, mutuo enlace, pasión,
emergencia desde la profundidad
para reclamar la verdadera condición,
sentir el pulso, vivir la nueva realidad,
aceptar el sometimiento del espíritu
con la docilidad implícita del viejo navegante,
que envuelto por la nueva marea de los sentidos,
se ve impulsado por la esperanza
hacia el abierto y deseado amor incierto.

El derrame de los sentidos nubla mi mente,
incapaz ahora de establecer las defensas,
precisar las respuestas, doblegar el ímpetu,
abierto nada más al nuevo y hondo valor
de esta avalancha de sensaciones.

Quebrada la resistencia, abierto el conceder,
sólo queda la entrega absoluta,
en un torbellino de anhelos incontenibles,
que me conducen a la plena aceptación,
desde la humildad de mis nuevos esquemas,
a la superación del desaliento,
convocando mi último esfuerzo
para insertarme en el amor incierto.


                    IV


La explosión de las tendencias.

Cuando me despierto en la oscuridad de la penumbra
y acierto a distinguir las líneas de su cuerpo,
luminiscente, armónico, terso, a veces turgente,
y miro dócilmente la armonía de su diseño
nacido de la luz, antes imaginado, ahora revelado,
ansias me invaden de activar nuestros instantes
en una desmesurada invasión de nuestro tiempo.

Sólo existe una razón, un fundamento,
entre su grandeza y mi frágil equilibrio,
la generosidad nacida de un ser superior
y la adhesión sin condiciones de mi amor incierto,
extraído de la hondura abisal de mis edades
y desde siempre escrito en el tejuelo de mi libro vital.

La marea se convirtió en una tormenta,
las olas rompieron la estructura del puente
anegando las razones y los principios,
produciéndose la explosión de los sentidos
en una amalgama de amor y de pasión
que el timón no pudo superar,
rompiéndose los viejos principios
ahora renovados por los del amor incierto.

¿Por qué resistir la fuerza de las olas?
La invasión de las ideas nos hace renacer,
crear una nueva manera de amar,
sustituir las antiguas tendencias y sensibilidades
por una enorme explosión de los sentidos
que nos lleva dócilmente a los pies del ser,
en un desmayo de querencias y voluntades.

Ya no hay penumbra sino claridad,
una entrega nunca imaginada,
la percepción de una derrota de la angustia
y una victoria de la realidad,
esplendorosa y vital, íntima y personal
en la búsqueda de un nuevo viaje
hacia la conquista del amor incierto.


                    V

Virtud del desdoblamiento.

Las ramas de los árboles ocultan,
entre sus hojas y tallos,
un desdoblamiento frondoso y vital
que sólo puede sentirse intensamente
si nos adentramos en su interior.

La intimidad del amor incierto,
sumergida en un océano de endorfinas,
tampoco se manifiesta al exterior,
y se oculta entre la hojarasca
de gestos, intuiciones y certezas,
que conviven con los amores ciertos
en un fusión de ideas y conceptos.

¿Cuál es la realidad, cuál el ensueño,
cuáles las lejanías entre los dos amores?
Sólo la consumación es la respuesta,
la entrega personal que nos desdoble,
la sensibilidad de una ofrenda consensuada,
en la inmensa, generosa y múltiple
naturaleza del amor incierto.

Cuando se penetra en el interior de la corteza
y se cuentan los nudos de su historia,
¡Oh, cuántos desamores habidos,
cuántos oscuros y desconcertantes fracasos
en nuestro laberinto de pasiones!.

La paz nos llega con nuestro desdoblamiento
generoso y humilde, en una entrega total,
nuestro ser donándose física y mentalmente,
desatando ligaduras, recobrando delirios,
logrando que la supremacía del amor
se manifieste en libertad
y se recupere la claridad de nuestro atrayente,
especial y único amor incierto.


                    VI



Entrega sin fronteras.

Amarnos es llegar sin límites,
superar los márgenes de la templanza,
entrelazar nuestros cuerpos
como si fuera la primera vez,
mirarnos a los ojos
como cómplices de nuestro amor incierto,
y fundirnos en un abrazo apasionado
sin cautelas, temores ni reservas.

¡Oh! Caricia interminable, dominadora,
que nos envuelve y no nos deja pensar sino amar,
¡Oh! temblor de nuestra piel enardecida,
sacudida por el terremoto de la pasión,
herida por la bravura de la alternancia,
que nos lleva al éxtasis de los amantes
en una enloquecida carrera de sensaciones.

Cuando en un instante descubrimos nuestro contacto
y nos miramos, y nos sentimos,
no existen ya distancias sino cercanías,
un olvido absoluto de los dogmas
y una entrega apasionada de nuestros cuerpos.

Nuestro amor no tiene fronteras,
al sumergirse en un mar de concesiones,
que sólo permite la profundidad de los sentidos
en el silencio íntimo de los contactos.
¡Ah! qué aventura inédita vivimos,
en este intercambio de voluntades,
sintiendo la locura del amor.
¡Ah! qué pausas y arrebatos se suceden
en este encuentro de besos compartidos.
Cuando al amanecer nos descubrimos,
despiertos pero aún soñando,
encontramos la realidad nunca olvidada,
la verdadera razón de nuestro amor incierto.


                    VII



Tú y yo.

Tú y yo hemos encontrado juntos una abertura
entre montañas de dogmas y recelos,
recibiendo la claridad de los momentos
únicos y emotivos de nuestro amor incierto,
soslayando amenazas míticas,
sintiéndonos sobrecogidos y temerosos
por gozar la inédita y limpia fusión
de nuestras almas y de nuestros cuerpos.

Tú y yo. Lo demás no importa.
Vuelan los pájaros sobre los bosques y montañas,
destellan los charcos plateados por la luna,
abre el viento caminos entre las nubes altas,
enciende el sol la tierra, zumba la moscarda,
doblan las campanas, silban las culebras,
y se ciernen sobre nosotros las alegorías,
las leyendas bíblicas, los límites, los mantras,
mientras nosotros estamos viviendo nuestro espacio de libertad,
aprendices de la lucha en esta guerra sin cuartel,
creada por nuestro entrañable y valeroso amor incierto.

¿Te das cuenta, amor, que nos amamos,
y sólo existimos nosotros dos
fusionados por un amor esencial
gracias al cual yo estoy en ti y tú en mí?

¿Verdad que nuestra vida es ahora maravillosa,
que nuestra entrega es especial,
que ha valido la pena nuestra mutua atracción?

El amor que estamos viviendo,
nacido desde la hondura abisal
es ahora plenamente aceptado por la brisa,
los pájaros, las nubes, los charcos plateados
y las campanas, que suenan movidas por el viento
de nuestra pasión inédita hasta ahora
que nos hace respirar un aire nuevo,
lejos de las oscuras profundidades
en que se ocultaba nuestro amor incierto.


                    VIII



Elogio de la contemplación.

Llegado el amanecer, furtivos los sentidos,
entregados tú y yo al sosiego del descanso,
evocando levemente el delirio de nuestro abrazo,
nos contemplamos mutuamente emocionados a la luz del alba.

Anoche conocimos la magia del encuentro,
la frenética invasión de nuestra personal intimidad
y ahora presenciamos, de forma fascinante,
la prístina y cercana realidad de nuestros cuerpos.

¡Cuánta quietud, qué silencio!
entrelazadas emociones y voluntades
ceden el paso a la caricia de nuestra mirada,
sobre una belleza inmóvil compartida.

El enardecimiento dejó paso a la contemplación
y la escasa luz del amanecer dibuja las líneas
de los aún palpitantes cuerpos de los amantes
en el descanso reparador del lecho.

No ha sido todo un sueño, no es el resultado
de una imaginación desbordada,
hemos sido capaces de traspasar los límites
y entregarnos a la deseada locura del amor,
de ese amor intenso, antes incierto,
ahora prueba irrebatible de nuestra libertad.

Contemplarnos es encarnarnos de nuevo, emularnos,
alcanzar el éxtasis de la contemplación plena,
equilibradas las eternas dudas y certezas
por una realidad prodigiosa de nuestro amor incierto.


                    IX


Búsqueda de la permanencia.

No quiero, no puedo, me rebelo
contra una posible versatilidad de nuestro amor incierto;
la pérdida de nuestra permanencia
no debe destruir nuestro perfecto idilio,
no pueden existir deliquios, ni silencios oscuros,
sólo nuestro amor, sólo nuestra entrega,
sólo la fortaleza en la inmensidad de nuestro nuevo espacio.

Mirando tu cuerpo desde la incertidumbre,
arropados por nuestro único aroma de amantes,
quiero esconderme en tus ojos, en tu piel, en tus manos,
y establecer nuestra fusión definitiva,
anclar nuestro amor en el fondo
de nuestro mar de sueños, ilusiones y proyectos,
ancorado de tal manera
que no pueda levarlo ninguna tormenta,
y ninguna incomprensión nos pueda hacer caer
en una falta de delirios y querencias.

Defendamos la permanencia, la espesa certidumbre,
la entrega apasionada de nuestra ternura,
en esta difícil accesión al interior de nosotros,
olvidando los desmayos, los errores,
los desaciertos, las omisiones, el miedo,
y luchemos por nivelar nuestros sentimientos
acercando distancias y potenciando nuestra intimidad.

Permanecer juntos es lo importante,
amarnos con locura , invadir nuestro espacio
con la verdad que viene desde la hondura de nuestro amor,
sabernos nuestros, sentirnos nosotros,
abrazar cada vez con mayor ímpetu
ese delicioso encuentro de deseos y voluntades
que nace de la auténtica naturaleza de nuestro ser,


                    X




Nuestro amor incierto en modo infinitivo.
    (Amar, vivir, conocer, sentir, pensar)

Haber amado, eso es lo importante;
desde la hondura de nuestro ser
nos hemos amado sin límites,
olvidando normas y fronteras, viviendo el delirio soñado,
unidos en un acto de amor profundo, un éxtasis
que nos ha hecho conocer nuestra plena felicidad
nunca antes alcanzada y ahora evanescente.

Haber vivido el amor incierto,
avivar nuestros sentidos, descubrirnos,
ofrecernos la emoción de conocernos
pero amarnos siempre en modo infinitivo
con el riesgo de olvidar, cambiar, desertar,
y no encontrarnos más en nuestro futuro.

Haber conocido el amor plenario
y saber que podemos perderlo,
sentir la inquietud de incumplir las promesas,
y traicionar la esperanza
en el crepúsculo de nuestro pensamiento,
cuando creemos que todo está preterido
y ya nada puede renacer en nuestra alma.

Haber sentido la abrasión de nuestra piel
en la efusión de nuestras caricias
comprometernos, querernos con pasión,
sólo pensando en el otro para olvidar lo subjetivo
y darnos con calor el abrazo
de nuestros deseos compartidos y diluidos
en este amor incierto revelado.

No haber pensado en el fin de nuestro encuentro,
creer que nuestro amor era infinito,
desconocer los tiempos y las fuerzas
y encontrarnos con el final nunca previsto
de este nuestro ahora evanescente
y cada vez más deseado amor incierto.